Pobre de mí

Con esta frase, se dan por finalizadas las Fiestas de los Sanfermines hasta el año próximo.

Y con esta frase, quiero contar lo que para mi ha significado esta Feria de San Jaime que acaba de finalizar.

Una Feria en la que no tenía ninguna esperanza. Pero una Feria que he vivido con intensidad.

Una Feria que aunque la procesión iba por dentro, he intentado mostrar mi sonrisa. Y una Feria que recordaré.

La recordaré por el ramo de claveles rojos que regalé a Román, quien cortó una oreja y quien ayer en Nerja, perdió los trofeos por la maldita espada, pero que cuajó una importante faena.

La recordaré, desgraciadamente por ese Valdefresno que quedó tendido sobre el albero, pues un hermano suyo, lo mató.

La recordaré porque ningún toro o novillo fue devuelto al corral. La recordaré porque ningún torero ni novillero pasó por la enfermería.

La recordaré por esos sustos que nos dieron. Por esa inoportuna caída de Valentín Arenas que a punto estuvo de causarle un gran disgusto.

O por la incertidumbre que vivió Mª José, la esposa del diestro Tomás Sánchez, cuando después de haberle brindado la muerte de su segunto toro, sufrió una voltereta.

La recordaré también, por el brindis de Jesús Chover a su compañero y amigo, Luca Ruffo.

La recordaré por esos toros de La Quinta. La recordaré por las faenas de El Juli y su Puerta Grande. Recordaré como vibré con Sebastián Castella.

La recordaré por esos valientes toreros que hicieron el paseillo el sábado ante los Santacoloma.

Pero no quiero recordarla por el escaso bagaje de los novilleros actuantes.

Ni tampoco, por esas orejas concedidas sin razón. Ni por esas faenas, que por culpa de la espada impidieron tocar pelo.

Ni recordaré esos compases inadecuados a faenas sin emoción. O esos pasodobles que tocaron sin sentido.

No me gustaría recordarla por la ilusión perdida ante las faenas de Leonardo Hernández y Pablo Hermoso de Mendoza, que no tuvieron su tarde.

La recordaré por esa tarde en la radio. Por esa tertulia que compartí con los bloggeros Andrés, Paco y Maestro.

Pero sobretodo, la recordaré por esas tardes compartidas con gente, con conocidos y con amigos. Y la recordaré por esa gente que he conocido o he vuelto a ver después de un tiempo.

A Eduardo, mi compañero de abono. A Lina, Romualdo y Jaume, por esa merienda a pleno sol. A Marian. A Cristina y a Alba. A Iván, por esas dos noches que se convirtieron en madrugadas. A José Pardo, a Luca, a Luis, a Jesús. A Mª José y a Maestro. A su madre y sus amigas. A Candy y sus nietos, el futuro de la afición. Y a tanta gente que me dejo.

A Pieter, a Paco Cañamero, a José Martín. A Ángel Bartolomé y el resto de socios de la Peña De Tinto y Oro. A Pepe y a Vicent. A Amaya y a Óscar. A los hermanos Mateo y a Paco Sillero por sus fotos. A Andrés Verdeguer. A Teresa y a Javi. A los chavales de la Escuela. A Paco Picó, por sus consejos y sabiduría. A Michel, a su mujer y a su hija, por esos paseos hacia casa.

Pero la Plaza de Toros de Valencia no volverá a abrir sus puertas hasta marzo de 2011, cuando, si Dios quiere, dará comienzo la Feria de Fallas. Y si Dios quiere, allí estaremos.

Y ahora les pondré una estrofa de una canción que canté ayer, mientras permanecí sentada en mi asiento, mientras poco a poco iba vaciándose la Plaza de gente.

"Adios con el corazón,
que con el alma no puedo.
Al despedirme de tí,
al despedirme, me muero."