Los que se fueron, se lo perdieron

Tengo muchísimas cosas para contar sobre la tarde de ayer. Y advierto que todavía no he leído nada de lo publicado. Voy a contar como lo vi yo.

Tarde de expectación. Era el día de la inauguración. Las puertas de la Plaza tardaron en abrirse. Comprensible tras el trabajón de los operarios para arreglar el ruedo tras la lluvia del día y de la noche anterior.

Comienza el paseillo y la Diputación, a través de la Presidenta de la Peña de Vicente Barrera de Valencia, le entregó un recuerdo en homenaje a su carrera y su despedida.

De los seis toros no voy a decir nada, solo que dieron muy poco juego, tan solo el primero de El Juli.

De Ponce, me esperaba lo que vi. Un toreo bonito pero sin emoción. Justa la no concesión de la oreja. No había mayoría de petición, a pesar de que la Plaza, en esos momentos estaba llena.

El Juli, en su estilo. No en balde ha sido el triunfador de la temporada pasada y según lo vi ayer, sigue por ese camino.

Y Vicente Barrera, en sus dos primeros ¿toros? poco pudo hacer. El segundo quedó inmovil sobre el albero y tuvo que ser apuntillado.

El tiempo, aguantó estoicamente hasta el que todos pensaban que era el final. Pero nos esperaba una sorpresa, para mi, mas que agradable.

Vicente Barrera regaló un sobrero de Zalduendo.

Mucha gente, había abandonado ya la Plaza. Mal. Es una falta de respeto abandonar la Plaza cuando la corrida aún no ha terminado. Pero aquí, muchos tienen la fea costumbre de salir cuando el sexto toro aún no ha caido en la arena.

Algunos tendrían prisa porque perdían el tren, o porque querían ver el fútbol o porque tenían miedo de que la intensa lluvia estropeara sus abrigos de visón o sus chaquetas de Loewe o porque no escucharon la megafonía.

Pero otros, permanecimos allí, aguantando estoicamente la lluvia. Algunos resguardados en las Nayas, otros en el tendido con paraguas. Gracias desde aquí a la pareja de Betxi que me prestó el suyo.

Y empezó lo bueno. Un Vicente Barrera valiente, con sus estatuarios, con su toreo vertical.

Un Vicente Barrera que pudo demostrar quien ha sido y quien es y que con los otros dos toros elegidos por sus compañeros, no pudo demostrarlo.

Y cortó una oreja. Merecidísima. Pedida por la mayoría de la gente que en ese momento permanecía en la Plaza. Los otros, se marcharon y se lo perdieron.

Al finalizar la corrida, conversé con Juan Moreno, el Presidente de la corrida y le pregunté por el regalo del sobrero. Me contestó que el Reglamento no lo prohibe.

Así que aunque a algunos les pese, Vicente Barrera tenía todo el derecho del mundo de hacernos ese precioso regalo.

A buenas horas hubiera sido otro torero el que hubiera tenido ese detalle, se hubiera marchado la gente de la Plaza.

Otra cosa quiero decir. Esta sociedad está podrida. Y yo lo he sufrido en mis propias carnes. Me pareció una absoluta falta de educación cuando el tercero de Vicente, poco agraciado físicamente y entrado en carnes, tomó los palitroques.

Se oía un murmullo y las risas del público. Que pena me dieron. Que fácil es reirse de la gente que no es como los demás.

Pero el torero de plata, demostró que a pesar de su físico, pudo dar el callo y colocó tres pares de banderillas que ya quisieran otros.

Tuve la suerte de darle la enhorabuena al salir de la Plaza. Le dije, Enhorabuena, torero. Y se lo dije con el corazón. El me correspondió con una sonrisa, que no se me olvidará nunca.

Ah, se me olvidaba. Los asientos, cómodos. Si hubieran puesto un palmo mas de respaldo, tampoco hubiera pasado nada. Pero bien. Ha valido la pena la reforma.