El otro día, cuando asistí a la magnífica conferencia que impartió Enrique Amat en el Colegio de Médicos, organizada por ASABAF, en la presentación del ponente, se hizo un recorrido sobre la prolífica carrera literaria de este crítico valenciano.
Entonces, desde la primera fila, se escuchó la voz alta de Paco Picó y dijo: El Niño de Barrionuevo.
Mi memoria comenzó a rebuscar y recordé que ese libro me lo regaló hace cuatro años, Paco Barberá, Presidente de la Peña Utielana.
Llegué a casa y lo encontré en mi biblioteca taurina. Abrí la primera hoja y allí estaba la dedicatoria de Ivarito, uno de los toreros que aparecen en el libro.
Lo llevé al hospital, donde he estado cuidando de mi madre de su nueva “cornada”, razón por la cual no me han visto por aquí durante los últimos días. Y lo leí.
También leí a mi madre algunos de los fragmentos del libro y no solo esbozó una sonrisa sino que además, soltó alguna carcajada.
Es un libro menudo, pero grande de contenido, ameno, distraído, gracioso, instructivo, divertido.
Es una obra de teatro que transcurre en la sede que la Peña Utielana tiene en la Plaza de Toros de Utiel. Un lugar, conocido para mí. Con esa puerta que da al Museo Taurino.
Son dos actos. Uno previo a la Navidad y otro, una vez celebrado el festejo que se narra en la obra.
Aparecen perfectamente caracterizados, el que lleva el bar de la Peña, el Presidente de la Peña, el aficionado y crítico taurino, el típico novillero del pueblo que se quedó por el camino, el apoderado y el novillero que comienza.
Los diálogos están llenos de humor sano, de anécdotas taurinas, de vivencias ocurridas en la Plaza de Toros de Utiel, con personajes reales.
Y el argumento de la obra, bien podría haber ocurrido en la realidad, pues recoge alguno de los problemas ante los que se encuentra en mundo de los toros.
Por supuesto que no les voy a narrar lo que ocurre. Es mejor que ustedes lo lean. Porque de verdad, que les va a encantar. A mi, me fascinó.
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