Desde anoche mi cabeza no ha parado de dar vueltas.
Encima mi corazón me pedía una cosa y la razón otra.
Dos refranes rondaban sin cesar: "En boca cerrada no entran moscas" y "El que calla, otorga".
Pero como mi corazón es quien manda y no puedo permanecer callada, allá voy.
Lo de ayer en la Plaza de Toros de Valencia fue una mascletá.
Les dije y lo mantengo que El Soro no debía torear en Valencia, en la Feria de Fallas y el día que se cumplía el vigésimo quinto aniversario de la alternativa de Enrique Ponce.
Aniversario que quedó en un segundo plano.
Solo Tendido Joven tuvo el detalle de entregarle al diestro de Chiva una insignia.
Tuvo muchísimo mérito, las cosas como son, teniendo en cuenta que muchos de los socios de la asociación juvenil ni siquiera habían nacido cuando el torero de Foios dejó de torear. Olé por ellos.
¿Donde estaban el resto de Asociaciones y Peñas? ¿Y la Diputación?
Cierto que se le han hecho multitud de homenajes, todos merecidísimos.
Y que Enrique Ponce tendrá su casa repleta de premios y reconocimientos.
Pero era ayer el día en el que debía haber recibido algo especial.
Aunque yo no sea poncista y no me guste su estilo, he de reconocer lo que es justo y darle al César lo que es del César.
Enrique Ponce es el torero más grande que ha dado Valencia. 25 años de matador de toros ininterrumpidos. Las estadísticas no fallan.
A quien corresponda...
En cuanto a Manzanares, fue el convidado de piedra.
Dicen que va a hacer el paseíllo durante toda la temporada con el vestido negro y azabache en memoria de su padre.
Me parecería bien si fuera de la Plaza no posara con el torso desnudo para revistas de moda.
Pero cada cual con su vida hace lo que le da la gana.
Líbreme Dios que yo no soy nadie para juzgar lo que los toreros hacen fuera del ruedo, pero también tengo derecho a dar mi opinión en mi casa.
Pienso que el luto se lleva por dentro y es en vida cuando se ha de querer a los padres y hacer por ellos todo lo que se pueda y más.
Mal. Muy mal por el público que pidió oreja al último de la tarde cuando la estocada hizo guardia.
Manzanares no tuvo su tarde. No pasa nada. ya vendrán otras.
A los que empiezan todo son críticas. A los de arriba, todo se les permite.
Así son las cosas.
Y de los toros de Juan Pedro Domecq, sin comentarios. Todos los años ocurre lo mismo. Pero temporada tras temporada ahí están. Son los que piden los que torean. Y como son los que mandan...
Y ya vamos con el auténtico protagonista de la tarde.
Vicente Ruiz El Soro.
Lo reconozco y jamás lo he negado. Al contrario, siempre lo he alabado
El esfuerzo realizado ha sido brutal.
Ha dado una lección de amor propio, de pundonor, de fuerza de voluntad, que ya la querría yo para mí.
Y ha visto cumplido su sueño de reaparecer en Valencia.
Que toreó mermado de facultades físicas es innegable, pero toreó fiel a su estilo.
Puso la Plaza en pie en el tercio de banderillas, donde por cierto, la Banda de música no se escuchó.
Sonaban más los pasacalles de fuera que la Banda de dentro de la Plaza.
Precioso detalle el que tuvo al compartir en el segundo toro con José Manuel Montoliu. No en vano su padre le acompañó en su cuadrilla.
Tuvo un par de narices al poner los palos como los ponía hace más de veinte años.
La porta gayola al segundo sentado en una silla, puso la Plaza en tensión.
Con la muleta, fue el Soro de toda la vida. No hay más.
Como se echó a matar el último, fue impresionante. Tanto que le ha pasado una factura muy grande, con la fractura de tres vértebras.
Vicente fue a ganar o a morir.
Y si hubiera salido a hombros cortando solo una oreja, no hubiera pasado absolutamente nada.
Luis Francisco Esplá el día que le dió la alternativa a su hijo en Alicante salió a hombros.
Les voy a confesar una cosa.
A pesar de todo, una no es de piedra y cuando el público se puso en pie gritando "Soro, Soro", servidora se puso a llorar de emoción.
¿Qué son los toros sino emoción?
No son nada.
En todo caso que más podemos pedir.
Lleno de no hay billetes.
Los soristas salieron de la Plaza contentísimos.
Total, Valencia siempre ha sido más de Joselito que de Belmonte y más de Litri que de Apariciio.
Por una tarde más en la que critiquen a Valencia como una Plaza de tercera en la que se piden orejas porque si, porque entra dentro del precio de las entradas, pues no pasa nada.
¿O si?
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