jueves, 3 de junio de 2010

Campanilla

Algo que escribí hace tiempo...


Campanilla era una linda becerra muy juguetona, negra como el tizón, que se pasaba todo el día correteando por la dehesa. Era muy parlanchina y siempre estaba gastando bromas a sus hermanas. De vez en cuando le gustaba escaparse lejos y disfrutaba jugando con las gotas de lluvia. Era feliz en el campo.

Una mañana, el Mayoral la metió en un camión y Campanilla se puso triste. Ella quería jugar y allí no habia espacio suficiente. Pero pronto llegó a su destino y se encontró con sus amigas. Ninguna de ellas sabia que estaba ocurriendo y empezaron a cuchichear entre ellas. Nadie les había avisado de aquel viaje.

Pero Campanilla, que era muy inquieta, empezó a husmear y averiguó que muy cerquita había un redondel con unas barreras pintadas de rojo. Era un lugar chiquitín, pero había albero en medio. Y con sus grandes ojos, vió que habia unos niños con unas telas rosas muy bonitas, aunque no sabía que hacían allí. Pero a Campanilla le hizo gracia todo aquello.

De repente vió como la puerta se abrió y le dijeron que saliera afuera. Entonces, campanilla salió correteando y se acercó a aquellos niños. Quería ver de cerca aquellas telas tan bonitas. Pero cuando ella se acercaba, los chavales se escondían. Ella se preguntaba porque hacían eso. Pero Campanilla seguía corriendo alrededor de aquel círculo. Y olía la arena. Y miraba hacia arriba y veía a mas niños.

Entonces, se le acercó un chavalín muy espabilao que cogía esa tela con mucho arte y ella fue corriendo hacia el. Y como tenía curiosidad, pasaba y pasaba por debajo de aquella tela rosa. Y entonces descubrió que también había otro color, era un azul precioso. Y ella seguía jugando con esa tela de dos colores.

Al momento, su amigo la abandonó, dejó la tela y agarró un paño de franela rojo. Este le gustaba menos. Pero Campanilla también lo quería ver de cerca. Además, le había caído muy bien aquel chavalín, moreno, como ella. A veces, se quedaba quieto, mirándola a los ojos, extendiendo ese paño rojo y llamándola.

Pero Campanilla vió que aquel niño tenia miedo, lo notó en su mirada y se acercó mas a él. Y el chiquillo cayó al suelo. A ella le dio pena. Y se puso a su lado y pasó encima suyo. Pero la rodearon, querían apartarla de su amigo. Le cogían del rabo y la querían llevar lejos, muy lejos. Pero si ella solo quería estar cerca de su amigo. Quería que se volviera a levantar. Quería volver a jugar con él, con aquella tela de dos colores tan bonita y que tanto le había hecho disfrutar. Pero ya no le dejaron. Y la volvieron a encerrar en aquel camión oscuro.

Y Campanilla regresó a su casa. Y siguió corriendo por la dehesa y gastando bromas a sus hermanas. Pero cada noche se acordaba de su amigo, aquel chico de tez oscura y recordaba aquella tela de dos colores. Y cada mañana deseaba que la volvieran a meter en aquel camión oscuro que le llevara a aquel lugar redondo con albero y con las barreras pintadas de rojo.

3 comentarios:

  1. Mi primera becerra no era como "Campanilla". Me quería matar, me quería comer y sin embargo me enamoré de ella. La recuerdo como si la tuviera delante y de ello han pasado cincuenta y seis años; yo llevaba mi primer pantalon largo.
    Tu cuento entrañable.
    Yuntero
    P/D te enviaré algo de Don Pablo Hermoso de Mendoza.

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  2. Uff, Yuntero, que bien que me comprendas. Mi primera becerra tampoco era como Campanilla. De eso hará dentro de poco, dos años. Era colorada y venía hacía mí y jugaba conmigo. ¡Qué recuerdos!

    Este es un cuento que escribí al final de 2008, justo después de que me pasara algo desagradable en mi vida, me despidieron del trabajo por la maldita crisis.

    Pero un par de días antes, me pasó algo parecido a lo que ocurrió en el cuento, como una premonición. Pero no era una becerra negra, sino colorada también, como la primera.

    Desde entonces, comencé a tener miedo. Pero también me ayudó a saber que siempre puedes levantarte cuando te derriban. Que a veces, incluso es mejor caerte, porque no vale la pena seguir de pie. Y que siempre estará esperándome otra Campanilla que quiera jugar conmigo.

    Ya ves, hoy ando algo nostálgica...

    Saludos

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  3. Siempre se recuerda esa primera vez

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