Hoy les voy a contar una historia que ocurrió el pasado viernes por la mañana.
Desde hace varios años, trato de convencer a mis amigas para que lleven a sus hijos a los toros.
Una de ellas, cada año me decía que si, pero entre pitos y flautas nunca podía ser.
Este año, desde hace ya un par de meses, antes incluso de que salieran los carteles me dijo, de este año no pasa.
Dicho y hecho.
Su hijo estaba tan ilusionado que convenció a su prima para que fuera con él.
La semana previa según me contaba mi amiga, estaban emocionados porque iban a ir a los toros con Amparo.
Hasta mi madre me preguntaba todos los días: "¿Quan es la correguda dels xiquets?"
A mi me hacía muchísima ilusión que vinieran conmigo y pudieran conocer que es la Fiesta de los toros.
El viernes amaneció muy nublado, incluso amenazaba lluvia, pero la ilusión podía con todo.
Y allá que fuimos mi amiga, su hijo, su sobrina y yo hacia la Plaza de toros.
En los aledaños de la Plaza ya se respiraba ambiente taurino. Saludé a varios amigos y a todos les contaba que era la primera vez que venían a los toros.
Luego, fuimos al Patio de cuadrillas.
Los días de novillada sin picadores el ambiente es más relajado y no hubo ningún problema.
Saludamos a todos los toreros de plata que conocía y los niños se hicieron fotos con ellos.
Los trataron fenomenal y con mucho cariño.
Una vez que nos sentamos en la localidad y comenzó el paseíllo con el pasodoble Pan y toros, yo trataba de explicarles pequeños detalles.
Y ellos también me preguntaban cosas.
De repente, las nubes desaparecieron y lució un sol espléndido.
Cuando finalizó el festejo les pregunté, os ha gustado y ellos al unísono me respondieron: Mucho. Repetiremos.