viernes, 18 de agosto de 2017

A la tercera, fue la vencida

No. No me he equivocado con el título de la entrada de hoy.

Ya se que Román ha toreado mas de tres veces en Las Ventas.

Pero el día 15 de agosto de 2017, era la tercera vez que yo iba a verlo.

Las dos veces anteriores, justo un año atrás el mismo día de la Paloma y el 30 de septiembre, Román se había quedado con un pie dentro y otro fuera de la Puerta Grande, cortando oreja cada tarde.

Cuando vi el cartel que anunciaba que Román volvía en agosto a Madrid, me lo organicé para poder ir... Lo suyo me costó, pero valió la pena. Vaya que si valió.

El pasado martes puse rumbo a Madrid tras una noche digamos que complicada. Deprisa y justa llegué al Ave y al apartado. Pero llegué.

Afortunadamente el festejo era a las 20 horas con lo que tuve un tiempecito para descansar.

Llegué a Las Ventas también con el tiempo justo pero me senté en un sitio privilegiado. Jamás olvidaré ese detallszo que tuvo una persona conmigo. Jamás.

Y comenzó el festejo. Lo que ocurrió no se lo voy a contar, porque ya lo hice ayer en la web de Román. Aquí tienen el enlace por si quieren echarle un vistazo a las crónicas, galería fotográfica y vídeo de la tarde.

Solo voy a decir que el sueño de Román se cumplió, pero el mío también.

Para un torero lo más grande es abrir la Puerta Grande de Las Ventas.

Recuerdo que la primera vez que fui al coso venteño, un amigo me hizo entrar por esa puerta y me dijo, mira hacia arriba. Eso es lo que ven los toreros cuando salen por aquí. Y Román, la tarde del martes, lo vio.

Han pasado ya unos días pero yo sigo en una nube, recordando las faenas, el susto, las estocadas, la incertidumbre, la espera, las sonrisas, las orejas, la alegría y la felicidad de un chiquillo que ya es todo un matador de toros.

Siempre digo que me muevo por emociones y esa tarde, ya noche, lloré de emoción.

Lloré por el triunfo de un torero que se lo merece como nadie, lloré por todas las injusticias que se habían cometido con él, lloré por todas las veces que había fallado con la espada.

Lloré, pero estaba mas feliz que nunca.

Porque en estos últimos tiempos pocas cosas me hacen sentir bien.

Pero una de ellas es ver a mi torero triunfar.

Leo por ahí voces discordantes pero no quiero que me amarguen mi sueño. Me da exactamente igual lo que digan o lo que piensen.

Román cortó dos orejas merecidísimas y abrió la Puerta Grande de Las Ventas.

Y punto.

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