miércoles, 15 de abril de 2009

La locura de las entradas

Si es que no falla. Anunciado José Tomás para actuar en cualquier Plaza de Toros y puestas a la venta las localidades en las taquillas o por internet, estas se agotan de inmediato.

Que conste que a mi José Tomás me gusta, me emociona, me atrae. Lo que no soporto es el circo que se monta alrededor de su figura. El estrés que provoca.

Afortunadamente, yo he podido verle torear las dos veces que ha toreado en Valencia desde su reaparición. Como también lo pude ver antes de su retirada temporal. Pero no es eso.

Pienso en aquel abuelete al que le hace ilusión verle, aquel que vive en un pueblo o en una ciudad donde la varita mágica no le toca y no tiene Plaza de Toros, o no es del agrado del torero. O si.

Pero no tiene la suerte de poder hacer la cola pertinente, o de conectarse a internet porque no sabe ni siquiera que esta tecnología existe o no conoce a nadie que tenga cierto “enchufe” para conseguirla.

Además, el matador se niega en rotundo a salir por la televisión, aunque fuera de pago. Porque hay muchos bares donde puedes ver los toros sin pasar por taquilla. Eso si, te cuesta lo que vale una cervecita o un bermut.

Esta situación de las entradas me recuerda a la época navideña en la que los niños le piden a los Reyes Magos un determinado juguete o muñeca y te recorres todas las tiendas habidas o por haber porque está agotado. Al final no tienes mas remedio que comprar otro juego. Lo se, porque unas Navidades me volví loca buscando la Casita de las Tres Mellizas y al final tuve que comprar vestidos para la Nancy, que todo sea dicho de paso, eran mucho mas bonitos y además me recordaban a mi infancia.

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