El torero de plata Valentín Arenas sufrió una aparatosa cornada de 15 cm en el glúteo.
Era su última corrida después de toda una vida dedicada al toro.
Fue justo en el pueblo que le vio nacer, Munera y junto al matador al que le llamaba hijo, aunque no lo fuera, José Maria Arenas. Pero si compartían apellido y lugar de nacimiento.
Acabo de hablar con él y sigue convaleciente.
Me ha contado que iba a ser una fiesta, pero se quedó sin que le cortaran la coleta.
Afortunadamente se encuentra fuera de peligro, pero pudo ser peor.
No quiero poner la foto de su cornada. Me impresionó mucho verla.
Todas las cornadas duelen, pero cuando es un amigo quien las recibe, duelen más.
Prefiero que vean una foto toreando juntos al alimón en una capea.
A Valentín lo conocí hace ya unos cuantos años.
Coincidíamos en el Café Saxo, sede de la Peña Pablo Hermoso de Mendoza y allí veíamos las corridas de toros juntos.
De él aprendí muchas cosas y gracias a él conocí la colocación de los toreros de plata, como a mi me gusta llamarles.
Porque ellos también se visten de toreros, viven en torero y se sienten toreros.
Valentín fue novillero y más tarde cambió el oro por la plata y actuó como tercero a las órdenes de José María Manzanares, Vicente Ruiz El Soro, Manolo Carrión, Vicente Barrera, Víctor Puerto, Antón Cortés, Pedro Marín y José María Arenas, además de ir por libre junto a otros matadores y novilleros.
Triste despedida para un gran profesional y un gran amigo. Pero como él me ha dicho hace un rato, la vida es así.
¡Va por tí, torero!
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