De mi abuela no solo heredé su nombre y algunos detalles de su personalidad, sino también heredé mi afición por los toros.
Fue ella quien me descubrió al Vicente Barrera torero a través de El Levante Mercantil Valenciano del que era asidua lectora.
Recuerdo las veces que me contaba sus tardes de toros en la Feria de Julio y sus cestas llenas de peras para merendar, cuando la Feria de San Jaime estaba en todo su esplendor.
Me contaba que una vecina de su barrio era muy amiga de Manuel Granero.
Mi abuela era partidaria de Joselito El Gallo y de Vicente Barrera Cambra.
Su cuñado, el tío Augusto, venía desde el pueblo para asistir a todos los festejos de Fallas y de Julio.
Su hermano, el tío Paco, me cuentan que hizo sus pinitos como apoderado.
Pero jamás pude ver toros a su lado en una Plaza de Toros.
Cuando mi afición comenzó, mi abuela ya no podía salir de casa.
Pero durante aquellas tardes de mayo y junio, cuando el previo del primitivo Canal + era en abierto, merendábamos juntas frente a su televisor.
Y cuando alguna tarde echaban toros en la tele, ella era la primera que lo sabía y era fiel a su cita.
Hoy hace 15 años que mi abuela Amparo murió.
Me la imagino desde donde esté disfrutando conmigo de esas tardes de toros emocionándose conmigo.
Me la imagino entre esas fotos con toreros.
Me la imagino toreando conmigo al alimón.
Yo fui muy feliz a su lado y me siento muy orgullosa de haber sido su nieta.
Espero que ella también lo esté.
Te quiero, yaya.
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