Ayer fue uno de esos días que decimos los valencianos de "pensat i fet" (pensado y hecho).
Estaba previsto que reapareciera Román tras el percance ocurrido en Garlin en el pasado mes de julio.
La cita era la localidad murciana de Blanca.
Unos días antes, comenzó a fraguarse una nueva locura.
Y ayer, salimos de Valencia rumbo a la aventura.
La novillada presentaba todas las garantías de ser muy buena.
Novillos de Fuente Ymbro y dos de los novilleros que mas suenan en el escalafón.
Fue un mano a mano entre Román y Lama de Góngora pero solo cuatro novillos salieron por toriles.
El primero fue excelente y Román demostró su buen toreo al natural, sus derechazos lentos, sus poncinas y su aguante estoico sin inmutarse.
Cortó una oreja que podían haber sido dos por culpa del pinchazo aunque remató con una media en buen sitio.
El segundo para el sevillano, quien toreó con gusto a la verónica a pies juntos aunque la faena de muleta se vio deslucida por el poco juego del novillo y pecó de encimista. Cortó una oreja.
A partir de ese momento, se paró el festejo para la reglamentaria merienda.
Al reanudarse, ya no vimos nada mas.
Dos inválidos, el tercero y el cuarto salieron al ruedo. Uno de la mano izquierda y el otro de la derecha.
Ambos con el mismo comportamiento de echarse al suelo y no poder con su alma.
Ante dichos animales nada pudieron hacer los novilleros.
El público en pie reclamaba otro toro.
Hubo una bronca monumental.
Se sentían estafados.
Los novilleros impotentes abandonaron el ruedo entre la confusión y el malestar del público que quería disfrutar de una bonita tarde de toros.
Al llegar a casa, reflexioné sobre la jornada vivida.
Y saqué la conclusión de que a pesar de todo, valió la pena esos mas de 200 km y los 20 euros que costó la entrada.
Porque fuimos con toda la ilusión del mundo y Román no nos defraudó.
Esos momentos son los que hace grande esta afición.
Y espero seguir disfrutándolos.
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